Siempre es gratificante ir a Los Arbolitos, una ruta que por su distancia puede ser denominada una ruta corta, 30 Km. ida y vuelta, pero por su dificultad en la ida hace que sea una ruta exigente y agotadora.
El tiempo normal de subida es de 2 ó 2.30 horas, pero en esta ocasión nos demoramos 3 horas debido, básicamente, a pinchaduras de llanta.
El terreno estaba de muy buena forma, a pesar de los muchos peligrosos surcos que había dejado la lluvia, pero esa misma lluvia endureció el camino lo cual nos permitió subir a buen ritmo.
Es una pena que gente insensible haya prendido fuego a dos de los árboles que adornan el lugar, pero, sin duda, la vista desde arriba es expectacular
El regreso fue otra cosa, en 20 minutos ya estábamos en Independencia, es decir, 3 horas de subida para regresar en un santiamén.
Este es el relato que hace nuestro compañero Walter Amésquita:
Esta rutita es conocida pero siempre hay algo nuevo que contar. Salimos 18 bickers un poquito retrasados (por la hora, no mentalmente…) y lo hicimos por la vía que va detrás del ex camal de Yanahuara. Bordeamos las proximidades de los restaurantes Los Rosales y el Sillustani para seguir por un callejón y así llegar a la trocha (que dicho sea de paso está bien cuidada) que finalmente nos llevaría al puente de Chilina. En la ruta pinchó llanta un cletero novicio que se integró al grupo.
Emprendemos la marcha y nuevamente, el mismo cletero, vuelve a pinchar. ¡Qué piña! Reemprendimos la ruta y vimos que las lluvias se han ensañado con este lugar, porque la pista se encuentra realmente tiras, destrozada. Seguimos rumbo al PJ Independencia por la pista principal que realmente es fuerte, especialmente para algunos que hace tiempo no salen. Aquí es donde deserta un cletero, no podía continuar por el cansancio, pero quedábamos aún 17 entusiastas.
Cuando llegamos a las cabeceras de este PJ, nos reagrupamos y seguimos hacia la meta. Desde un otero se observa toda la ciudad de Arequipa y reconocemos su crecimiento, pues lo que antaño eran tierras eriazas, hoy son calles, casas, parques, pistas, etc. Espero que respeten los límites extremos para construir viviendas en esta zona que es considerada de alto riesgo volcánico. Aquí es donde vemos a lo lejos a un despistado ciclista, solo y aventurero. ¿Quién era? nada menos que el lomo plateado (es decir, Jesús Valdivia) quien nos quería hacer creer que ya estaba de regreso de los arbolitos. Menudo ficto. Le hicimos creer que le creimos su increible aventura y chau.
Durante el camino vimos que la gente se aprestaba a celebrar la vernácula fiesta del cortamonte o yunza, excavando sin más el suelo para" plantar" árboles que, sólo algunas horas antes mecían sus frondosas copas al viento y que ahora, eran la muestra de cómo se mata a la naturaleza dizque por "mantener viva" la tradición. Imagínense, cuantas fiestas de este tipo se hacen en todo el país por este día, y calculen, cuántos árboles tienen que pagar pato para que esta gente celebre el carnaval. Es un arboricidio. Bueno, es el folklore.
Para ascender al cerro que nos conectaría con la ruta hacia los arbolitos, lo hicimos en dos grupos y con dos rumbos diferentes, pero al final todos llegamos al inicio de la mencionada carretera. El terreno estaba duro y seco -por esto de las lluvias- lo que hizo muy bueno el ambiente, sin polvareda y con el clima fresco.
El camino va a la vera de la torrentera, hacia arriba, hacia las faldas del volcán y en casi toda su extensión, se encuentra cortado por pequeñas avenidas de las aguas de la lluvia que hace un poco lento el pedaleo, numerosos surcos de todos los tamaños encontrábamos en el camino. Se observaba a los cerros como tapizados por una extensa alfombra verde, con aplicaciones de flores moradas y adornadas con unas hierbas, tipo cebollita china, a las que un despistado fitólogo (PATO) las confundió con hierba luisa. Aquí nos enteramos del abandono de otro ciclista, nuestro amigo Calambro, que sale a montar muy eventualmente y las consecuencias son ésas, una falta de físico total.
Realmente, como el clima estaba fresco, no sentimos el cansancio natural de esta ruta. Entonces, fuimos llegando al pie del cerro uno tras otro. Algunos se animaron a trepar para ver de cerca a los arbolitos y otros, que ya los conocemos N veces, optamos por quedarnos a descansar.
Mientras esperábamos, recordé los buenos tiempos de este paraje, allá cuando yo frisaba los 10 añitos y venía con mis patas de aventuras. El lugar era una estancia de ganaderos en la que se criaban llamas y hasta ovejas. La primera casa que se puede ver ahora, toda derruida, era muy bonita con un arco de piedras que recibía al caminante. La tara que todavía está, era un árbol frondoso que regalaba generosamente sus frutos, aunque en ese tiempo creo que no se conocían las bondades de este árbol: la tara.
El lugar estaba habitado por gente que pastaba a los auquénidos mencionados y por otros que iban de paso (a pie) hacia Chumbivilcas.
También hice memoria sobre otro asunto que tuvo ocurrencia aquí: la desaparición de Teresa Yaqueto, punto en el cual, aportó sus sabios y anticuados conocimientos el ilustre antropólogo Vladi. El hecho es que, hace mucho tiempo atrás, vinieron por estos lugares unos alumnos de la UNSA a realizar no sé qué estudios y que al terminarlos, se dieron cuenta que faltaba una chica. Nunca la encontraron. En las actividades de búsqueda más bien hallaron un cadáver, de otra mujer a quien la llamaron: Clarissa,la gringa. Vladi es conocedor de este episodio, y es más, aportó con su cuota de otra experiencia: dice que él vio alguna vez a un cadáver de lo que parecía ser un soldado, por estos alrededores y que por su seguridad, no hizo la denuncia. Cuando regresó, en otra ocasión a verlo, ya no lo encontró. ¿Por qué sería?.
Bueno, cuando descendieron de la montaña los ciclistas, regresamos pero ya no con la velocidad que le imprimimos en otras oportunidades, debido a que el camino se encuentra cortado por los surcos que el agua formó.
Al terminar la bajada, s e formaron dos grupos: los que querían ir a comer, hacia Yanahuara y los que querían ir a beber, hacia Miraflores.
Nos despedimos, cada uno con su consigna y hasta más ver. Cóndor, nos lleva por una ruta que según él, la conocía pero como siempre, está un poquitín desubicado: como sea, preguntado y aventurando por las calles, es que llegamos a buen puerto. Recalamos en el negocio del frutero (hartamente conocido) quien nos ofreció un trío de negritas que, aunque eran un poco añejas (con 24 añitos de envasado) nos sirvieron de maravillas para apagar la sed. ¡Qué ricas estaban! si hasta parecían con miel. En esos momentos tan placenteros de degustación, pensábamos en nuestro amigo Pedro que por motivos de trabajo no pudo salir a la ruta.
Como todo lo bueno siempre se acaba rápido, este momento no podía ser la excepción y tuvimos que terminar de apagar la implacable sed con unas desteñidas rubias. De pronto caen por el lugar, los de la facción Yanahuara. ¿Qué hacían por aquí? Bueno, bienvenidos fueron y nos contaron una historia increible: que habían salvado a una doncella a quienes unos bárbaros carnavalescos la quisieron hacer trizas con sus globos llenos de líquido elemento, y que tuvieron que agarrarse a golpes. Al final, salvaron el honor de la niña y no tuvieron más remedio que venir a contarnos la historia. Así entre risas y coloquio terminamos la ruta.
Chau
FOTOS COMPARTIDAS POR GRENNYEste es el relato que hace nuestro compañero Walter Amésquita:
Esta rutita es conocida pero siempre hay algo nuevo que contar. Salimos 18 bickers un poquito retrasados (por la hora, no mentalmente…) y lo hicimos por la vía que va detrás del ex camal de Yanahuara. Bordeamos las proximidades de los restaurantes Los Rosales y el Sillustani para seguir por un callejón y así llegar a la trocha (que dicho sea de paso está bien cuidada) que finalmente nos llevaría al puente de Chilina. En la ruta pinchó llanta un cletero novicio que se integró al grupo.
Emprendemos la marcha y nuevamente, el mismo cletero, vuelve a pinchar. ¡Qué piña! Reemprendimos la ruta y vimos que las lluvias se han ensañado con este lugar, porque la pista se encuentra realmente tiras, destrozada. Seguimos rumbo al PJ Independencia por la pista principal que realmente es fuerte, especialmente para algunos que hace tiempo no salen. Aquí es donde deserta un cletero, no podía continuar por el cansancio, pero quedábamos aún 17 entusiastas.
Cuando llegamos a las cabeceras de este PJ, nos reagrupamos y seguimos hacia la meta. Desde un otero se observa toda la ciudad de Arequipa y reconocemos su crecimiento, pues lo que antaño eran tierras eriazas, hoy son calles, casas, parques, pistas, etc. Espero que respeten los límites extremos para construir viviendas en esta zona que es considerada de alto riesgo volcánico. Aquí es donde vemos a lo lejos a un despistado ciclista, solo y aventurero. ¿Quién era? nada menos que el lomo plateado (es decir, Jesús Valdivia) quien nos quería hacer creer que ya estaba de regreso de los arbolitos. Menudo ficto. Le hicimos creer que le creimos su increible aventura y chau.
Durante el camino vimos que la gente se aprestaba a celebrar la vernácula fiesta del cortamonte o yunza, excavando sin más el suelo para" plantar" árboles que, sólo algunas horas antes mecían sus frondosas copas al viento y que ahora, eran la muestra de cómo se mata a la naturaleza dizque por "mantener viva" la tradición. Imagínense, cuantas fiestas de este tipo se hacen en todo el país por este día, y calculen, cuántos árboles tienen que pagar pato para que esta gente celebre el carnaval. Es un arboricidio. Bueno, es el folklore.
Para ascender al cerro que nos conectaría con la ruta hacia los arbolitos, lo hicimos en dos grupos y con dos rumbos diferentes, pero al final todos llegamos al inicio de la mencionada carretera. El terreno estaba duro y seco -por esto de las lluvias- lo que hizo muy bueno el ambiente, sin polvareda y con el clima fresco.
El camino va a la vera de la torrentera, hacia arriba, hacia las faldas del volcán y en casi toda su extensión, se encuentra cortado por pequeñas avenidas de las aguas de la lluvia que hace un poco lento el pedaleo, numerosos surcos de todos los tamaños encontrábamos en el camino. Se observaba a los cerros como tapizados por una extensa alfombra verde, con aplicaciones de flores moradas y adornadas con unas hierbas, tipo cebollita china, a las que un despistado fitólogo (PATO) las confundió con hierba luisa. Aquí nos enteramos del abandono de otro ciclista, nuestro amigo Calambro, que sale a montar muy eventualmente y las consecuencias son ésas, una falta de físico total.
Realmente, como el clima estaba fresco, no sentimos el cansancio natural de esta ruta. Entonces, fuimos llegando al pie del cerro uno tras otro. Algunos se animaron a trepar para ver de cerca a los arbolitos y otros, que ya los conocemos N veces, optamos por quedarnos a descansar.
Mientras esperábamos, recordé los buenos tiempos de este paraje, allá cuando yo frisaba los 10 añitos y venía con mis patas de aventuras. El lugar era una estancia de ganaderos en la que se criaban llamas y hasta ovejas. La primera casa que se puede ver ahora, toda derruida, era muy bonita con un arco de piedras que recibía al caminante. La tara que todavía está, era un árbol frondoso que regalaba generosamente sus frutos, aunque en ese tiempo creo que no se conocían las bondades de este árbol: la tara.
El lugar estaba habitado por gente que pastaba a los auquénidos mencionados y por otros que iban de paso (a pie) hacia Chumbivilcas.
También hice memoria sobre otro asunto que tuvo ocurrencia aquí: la desaparición de Teresa Yaqueto, punto en el cual, aportó sus sabios y anticuados conocimientos el ilustre antropólogo Vladi. El hecho es que, hace mucho tiempo atrás, vinieron por estos lugares unos alumnos de la UNSA a realizar no sé qué estudios y que al terminarlos, se dieron cuenta que faltaba una chica. Nunca la encontraron. En las actividades de búsqueda más bien hallaron un cadáver, de otra mujer a quien la llamaron: Clarissa,la gringa. Vladi es conocedor de este episodio, y es más, aportó con su cuota de otra experiencia: dice que él vio alguna vez a un cadáver de lo que parecía ser un soldado, por estos alrededores y que por su seguridad, no hizo la denuncia. Cuando regresó, en otra ocasión a verlo, ya no lo encontró. ¿Por qué sería?.
Bueno, cuando descendieron de la montaña los ciclistas, regresamos pero ya no con la velocidad que le imprimimos en otras oportunidades, debido a que el camino se encuentra cortado por los surcos que el agua formó.
Al terminar la bajada, s e formaron dos grupos: los que querían ir a comer, hacia Yanahuara y los que querían ir a beber, hacia Miraflores.
Nos despedimos, cada uno con su consigna y hasta más ver. Cóndor, nos lleva por una ruta que según él, la conocía pero como siempre, está un poquitín desubicado: como sea, preguntado y aventurando por las calles, es que llegamos a buen puerto. Recalamos en el negocio del frutero (hartamente conocido) quien nos ofreció un trío de negritas que, aunque eran un poco añejas (con 24 añitos de envasado) nos sirvieron de maravillas para apagar la sed. ¡Qué ricas estaban! si hasta parecían con miel. En esos momentos tan placenteros de degustación, pensábamos en nuestro amigo Pedro que por motivos de trabajo no pudo salir a la ruta.
Como todo lo bueno siempre se acaba rápido, este momento no podía ser la excepción y tuvimos que terminar de apagar la implacable sed con unas desteñidas rubias. De pronto caen por el lugar, los de la facción Yanahuara. ¿Qué hacían por aquí? Bueno, bienvenidos fueron y nos contaron una historia increible: que habían salvado a una doncella a quienes unos bárbaros carnavalescos la quisieron hacer trizas con sus globos llenos de líquido elemento, y que tuvieron que agarrarse a golpes. Al final, salvaron el honor de la niña y no tuvieron más remedio que venir a contarnos la historia. Así entre risas y coloquio terminamos la ruta.
Chau
La bruma ya cubría los volcanes, pero el verdor de la montaña era extenso
En primer plano Hans, detrás Rafael y al fondo la ciudad de Arequipa
FOTOS COMPARTIDAS POR HECTOR
Nuestro amigo Fernando Bedregal, conocido como Calambro, ya caminando antes de rendirse y regresar
Al fondo se divisan, muy pequeñas, las siluetas de los arbolitos
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