Crónica
de Walter Amesquita:
Viaje
a Bolivia
PRIMERA
ETAPA
Fue
de tipo nocturna y sin problemas. Buena movilidad, con calefacción y super
segura. Viajamos toda la noche y a eso de las 5.30 a.m. arribamos a
Desaguadero. La mañana era fría, con hielo y una suave llovizna. El terminal no
tenía piso y estaba lleno de barro rojizo. Desembarcamos y a armar las cletas
ante la atenta mirada de los conductores de los taxis cholos, quienes nos
ofrecían sus servicios.
Una
vez armadas las bicis nos dirigimos a un restaurant para el desayuno: un
reparador lomo. Luego hicimos la cola para tramitar el pase a Bolivia. Una
tremenda cola sobre el piso mojado con montones de hielo y bajo una
"ducha" por que el sol ya estaba calentando y derritiendo el hielo de
la calamina. Así, con las bicis a nuestro lado es que llegamos a la ventanilla.
El trámite es rápido y gratis.
Ya
con nuestro pase, cruzamos el puente internacional de Desaguadero y nos
dirigimos a la oficina de Migraciones de Bolivia. La misma jarana que en el
lado peruano. Una tremenda cola para obtener un formulario, llenarlo y otra
cola para entregarlo a la oficina. La encargada me pregunta a donde voy y le
respondo que a Bolivia. Ella como que no me cree y duda, al toque me dice
¿llegarás? le digo que sí y recién me da el pase verde.
Así,
después de ese vía crucis, es que por fin estábamos listos para partir. Ya eran
las 9.30 (habíamos perdido en las colas por lo menos dos horas).
Partimos
muy alegres, pero la salida hacia la carretera nacional, en su primer tramo,
fue terrible por el mal estado de la misma, el barro, los charcos, el desorden
vehicular y el trajinar acelerado de la gente.
Finalmente
salimos hacia la carretera, que dicho sea de paso es buena y que tiene una
ciclo vía excelente. Pedaleamos a la orilla distante del lago viendo hermosos
paisajes altiplánicos, con el lago al fondo, comunidades campesinas y eso si,
con carros tremendos que pasaban a una velocidad de carro de competencia y que
nos hacían casi perder el equilibrio.
La
ruta era plana y suave de avanzar. No hacía frío ni calor. La altura no nos
afectó en nada. Es así que arribamos a Guaqui, que es un cuartel en donde los
militares estaban haciendo revisiones a los carros, pero cuando nosotros
llegamos a la garita, nos saludaron, nos desearon feliz viaje y nos hicieron
pasar la tranquera.
Seguimos
el viaje y llegamos a un pueblecito que tenía una iglesia antigua por su
construcción en piedra. Parecía que allí se bailaba la morenada, pues había un
monumento de un moreno en puro metal y a la salida, estaba un monolito de
piedra roja, representando a otro moreno.
Re
emprendimos la marcha y así es que llegamos a avistar Tiwanaku. Llegamos a un
letrero que indica el nombre y allí descansamos. Recuperamos fuerzas con un
frugal combo y seguimos. SEGUNDA ETAPA Llegamos al desvío que ingresa al
complejo arqueológico e ingresamos. A lo lejos ya se veían las ruinas. Lo que
ya empezó a impresionarnos, fueron unas especies de columnas de concreto que
sostenían colgados con cadena, unos bloques cuadrados de piedra muy grandes y
pesados. Eran tres, estos monumentos.
Al
llegar al complejo, lo que se ve es: dos museos, línea de tren, casetas para
venta de souvenir, de entradas y comestibles. Adquirimos nuestros boletos de
entrada en 80 Bolivianos(el cambio era de 2.70 Bolivianos por un Sol).Las
bicicletas, no entraban y eso fue una decepción, al menos para mí, porque tenía
la intención de recorrer el recinto de cabo a rabo. Bueno se quedaron en la
guardianía y adelante, a disfrutar de la cultura pasada.
Llegamos
a la pirámide de Akapana, que es un levantamiento natural de tierra y que
parece, en sus tiempos de esplendor, estaba rodeado por escalinatas. Subimos a
su cumbre por medio de unas gradas y de ahí, se observa la zona en todo su
esplendor. Hay piedras labradas con caprichosos cortes, figuras, formas que
parece imposible que los tiahuanacos hayan podido hacerlo, por la exactos de
los cortes, que están hechos a escuadra. Creo que ahora mismo, con la
tecnología que tenemos, sería muy difícil hacerlo, por lo caprichoso de la
factura. Bueno, yo eché a volar la imaginación y llegué a la conclusión que
aquí hubo intervención de los alienígenas viajeros (es la actual teoría sobre
el asunto) porque, las piedras pesan toneladas, en la zona no hay una cantera y
como los naturales solo conocían el bronce, entonces, como michi han podido
labrar así, las ciclópeas piedras.
Realmente
es un laberinto pétreo con piezas de todos los tamaños, formas y posturas, pero
que asombra por su magnificencia y antigüedad.
Luego
llegamos a un templete semi hundido, no porque el piso haya cedido, sino que es
un tipo de construcción típica de las culturas de antaño. Es de forma
cuadrangular y en las paredes que están tapizadas de piedras de diversos
tamaños, pero bien alineadas de trecho en trecho tienen unas piedras grandes y
planas, a guisa de columnas. En las paredes están unas especies de cabezas
clavas (emulando a las de Chavín) pero pequeñas con diferentes facciones.
Algunas ya están informes, pero otras todavía están bien conservadas. Una de
ellas, se asemeja a un alienígena (como los conocemos o como marcianos).En el
centro hay un monolito pequeño que representa a Apukontiki y que curiosamente,
tiene bigote y barba, lo que no era común en la gente de este lugar.
Al
frente se ve la entrada a la fortaleza de Akapana, pero que no se puede subir
por la gradería debido a que éstas, están deterioradas. Esta fortaleza también
es cuadrangular y tiene la misma factura pétrea del templete. Lo bordeamos y
llegamos a una puerta con gradas ascendentes en donde, en la pared (digamos) se
encuentra una piedra muy curiosa que tiene un hueco entrante que sigue una
sinuosidad para salir al otro lado. Funciona como un altavoz, para que la gente
que en aquellos tiempos asistían a este edificio, escucharan con claridad y en
alta definición los mensajes de las autoridades. Yo hice la prueba, me dirigí a
los turistas que estaban por allí y todos dirigieron su mirada hacia el lugar
de donde salía mi estentórea voz.
En
el centro se encuentra el monolito Ponce (Wapocas casi se cae de la emoción y
hasta pensó en que tenía raíces tiahuanacoides) y más al oeste , está el
monolito del fraile.
Pero,
para mí, era un misterio la ubicación de la Portada del sol (ya la había visto,
aunque Vladi y Wapocas, no) porque está en el ángulo del complejo, solita y
alejada, como si fuera una piedra más.
Les
pregunto por ella y se las presento: oh maravilla de la talladura en piedra de
nuestros amigos tiahuanacos.
Todos
la conocen por lo menos en fotos. Lo que no entiendo es porque, en su cara más
conocida se dieron el trabajo de hacerla tal como la vemos, pero en su cara
posterior, es más fea y tosca que, le quita la belleza y misterio al monumento.
Qué cosas se traerían los talladores para haberla hecho así. Allá ellos.
Quisimos
pasar la cuerda que impide acercarse a la piedra, para tomarnos fotos, cuando,
de pronto aparece un tiahuanaco con su megáfono, diciendo que no se podía
hacerlo. Le pedí personalmente, en lenguaje tiahuanaco naturalmente, que me
permitiera hacerlo, pero manan perucho(así nos tratan) intindini?, mana
intindini. Caballero no mas, a aceptar las reglas.
De
ahí pasamos a los museos de cerámica y lítico. Las fotos por supuesto que están
prohibidas pero, no sacar una fotito en un museo, es como no haber entrado.
Camuflamos las cámaras y sacamos algunas vistas, hasta que el flash del potente
camarón de Wapoca, nos delató. Se acerca la encargada, con polleras, sombrero,
mantón y balerinas para decirnos que estamos a punto de ser expulsados del
recinto, ya no por un tiahuanaco natural, sino por un guachimán.
Bueno,
las órdenes se cumplen y así pasamos al museo lítico en donde, el premio se lo
lleva el monolito Bennet, que mide 8 metros y que se encuentra en un salón,
solitario y triste, en penumbra y débilmente iluminado por unos minúsculos
reflectores, que le dan una apariencia sobrenatural, de ultratumba.
Bueno
sin nada más que ver aquí, salimos y nos dirigimos a Puma Punko (Puerta del
puma).El encargado nos da la orden de reglamento: no entran bicis. Entonces a
caminar. Se dice que es un templo, pero más parece un taller en donde se hacían
los trabajos a pedido y a la medida que requerían los albañiles. Se puede ver
una serie de piedras cortadas, labradas, talladas en las más caprichosas formas
y tamaños. Lo más impresionante es que hay una réplica de la Portada del sol, a
medio trabajar en el suelo (de espaldas) lo que hace pensar en que el lugar era
un taller.
Hay
unas losas gigantescas que prácticamente funcionan como piso. Todas las piedras
están en un desorden “ordenado”, porque se encuentra belleza y paz en el lugar.
Al
salir del lugar, Vladi es convencido por unos tratantes de especies líticas, de
comprarles una réplica de un monolito, aduciendo que era auténtico, que fue
tallado por el sobrino de Manco Cápac, en sus ratos de ocio y que, caleta no
mas, se lo llevara sin hacer mucho polvo, porque si no, podría ser encanado
(que tal floro de los patas).Vlady, en su inocencia, atracó y pagó.
TERCERA
ETAPA
Lo
que más abunda en esos parajes boliches, es la movilidad. Al tiro nos
embarcamos en una combi y nos dirigimos a La paz. El tramo se puede hacer en
bici pero con más tiempo, además la naturaleza amenazaba con una lluvia y frío
y por eso decidimos hacerlo en vehículo. La carretera es plana con una pequeña
subida que cruza una pequeña cadena de cerros. Desde aquí, ya se puede ver El
alto, que ahora es una mega ciudad, aunque informal en el transporte que es
abundantísimo, en la gente que camina a raudales y en las construcciones, que
son ciertamente pintorescas por sus modelos y por sus vitrales.
Como
era jueves santo, había carros y gente en la avenida de ingreso al Alto, que
impedía a nuestra combi llegar al destino. Nos soplamos casi una hora en llegar
al punto de bajada porque, el carro avanzaba un metro cada tres o cinco
minutos.
Desembarcamos
y nos metimos en las fauces de esas calles con el tráfico infernal. Se veían
calles que se desviaban en curvas, puentes peatonales a cada cierta distancia,
edificios, carros de todo tipo, gente apurada, comercio callejero y a policías
de tránsito, tipo robocop, con cascos, rodilleras y armados. Con suerte
llegamos, después de sortear una serie de obstáculos (materiales y humanos) al
mirador, como si conociéramos la ruta.
La
vista es espectacular. Se puede ver a La paz en todo su resplandor cuando ya
caían las sombras de la tarde. Pero de pronto vemos un funicular que en
cuestión de minutos subía de la ciudad hasta El alto y de la misma manera
bajaba a la capital. Esto no lo podíamos perder así que buscamos un telo, nos
instalamos (30 Bolivianos) e inmediatamente, fuimos a la estación del funicular
y previo pago por el viaje (dos Bolivianos) ¡a bajar y bajar hasta la ciudad!
La vista de la ciudad a nuestros pies, es espectacular. En contados minutos ya
estábamos en suelo paceño. Llegamos a la plaza de armas en donde se encuentra
el palacio de gobierno. La plaza se llama Murillo y no pasa de ser una plaza
común y corriente. Nada que ver con nuestra plaza de armas. La catedral, que
estaba abarrotada de fieles, también es humilde. Lo que llama la atención es la
numeración del reloj del palacio: está en sentido contrario al reloj. Serán
cangrejos? no se han dado cuenta? no les importa? les llega? No sé. Allá ellos
y sus cosas.
Recién
nos acordamos que no teníamos nada en el estómago y por lo tanto fuimos a
buscar un lugar para servirnos algo. Encontramos a un costado de la plaza una
pollería. Pedimos un cuarto con ala (porque con pecho ya se acabó) y pagamos 22
Bolivianos y la bebida 6 Bolivianos. Nos sentamos y a esperar que el mozo se
digne atendernos. Ya el hambre hacía estragos en nuestros vacíos intestinos y
el mosaico, nada. Al fin nos trae el pedido y le dimos matasca.
Luego
salimos a pasear un poco y atemorizados por que el funicular cierre, cogimos un
taxi y nos dirigimos a la estación. Abordamos el aparato y hacia arriba, hasta
las estrellas, perdón, hasta El alto.
Ahora
sí, hacia el hotel y a dormir. La ruta para el día siguiente ya estaba trazada:
Copacabana, vía estrecho de Tiquina.
CUARTA
ETAPA
Nos
levantamos tempranísimo y nos dirigimos al mirador para ver el amanecer en La
paz. La gente ya empezaba a caminar. Nos servimos un cafecito (1 Boliviano)
caliente que dicho sea de paso, estaba riquísimo. Sorteamos callejas, personas,
carros y así llegamos al mirador. La vista de la ciudad era espectacular, pues
estaba amaneciendo. Nuevamente las cabinas aéreas del funicular pasaban casi
por nuestras cabezas. Ahora podíamos ver con más claridad el viaje que hicimos
en la noche anterior.
Seguidamente
nos dirigimos hacia el paradero de los buses que van a Copacabana. El viaje
tenía que ser en bus porque, así como estaba la gente y los vehículos para
dirigirse a Copacabana, era prácticamente imposible hacerlo pedaleando, máxime
por lo peligroso de tráfico. Bueno conseguimos la movilidad (30 Bolivianos) y a
embarcarnos entre una vorágine de gente. Engañamos al estómago con un yogur
pequeño (6 Bolivianos) y unas empanaditas que Wapoca consiguió. No es que no
haya sino que por la cantidad de gente, era difícil movilizarnos.
Lo
mismo que fue la entrada al Alto, fue también para salir hacia Copacabana. Una
interminable hilera de carros. Así es como llegamos al estrecho de Tiquina, no
sin antes ver en toda la orilla del lago, comunidades con sus iglesias y campos
deportivos que tenían un pasto natural, en los que se desarrollaban partidos de
fútbol, con los jugadores uniformados, árbitros y espectadores en sus
movilidades. No se sabía si era por amor al deporte o por que eran partidos de
liga.
Ya
para llegar a Tiquina, nuevamente la interminable cola de carros para ser
trasladados, vía lanchones, hacia la otra orilla. Los pasajeros teníamos que
hacer lo mismo. Sin pensar, hicimos lo correcto, porque en vez de estar en el
bus esperando a pasar, decidimos bajar y llegar al muelle a pie, de paso que
conocíamos el lugar. En el trayecto habían señoras que expendían trucha y
pejerrey de lago fritos, queso asado con chuño negro, falso conejo (por el
nombre parecería que era rata) y así, es como la gente se daba una tremenda
cuchipanda (léase comilona).
Se
tenía que hacer dos colas: una para comprar el boleto de embarque (2
Bolivianos) y otra para embarcarse. Después de conseguir el boleto y de
ingresar al muelle, nos embarcamos en un bote,tipo yate y cruzamos el estrecho.
Lanchas, botes y lanchones van y vienen y en el camino no se detienen. Unos con
personas y los otros con carros: autos, camionetas y hasta animalitos.
Arribamos
a la otra orilla y a esperar al bus.
Subimos
al transporte y nos dirigimos a nuestra meta: Copacabana. El viaje es rápido y
de acuerdo a la pendiente de la pista. Poco a poco nos alejamos de Tiquina.
Durante el trayecto, habían unos ciclistas informales y otros legales ( en
referencia a la indumentaria) aparte de peregrinos, quienes bastón en mano,
caminaban a la vera de la pista.
Así
es como divisamos a lo lejos nuestra meta y para entrar en ella, cuando no,
otra vez la benditera cola de buses. No aguantamos la espera, bajamos las bicis
y entramos triunfales al pueblo. Llegamos a la plaza, vemos la imponente
iglesia, la atiborrada plaza, una especie de templo árabe en un costado de la
plaza, vendedores de dulces como acordonando la plaza y centenares de gentes
entre naturales y viajeros (turistas).
Como
almuerzo nos servimos carne asada (churrasco) y una chelita.
Con
el estómago lleno, fuimos a la "playa". El malecón estaba lleno de
gente, carros, vendedores, botes, caballos, carpas y "huascas". Todo
era un pandemonio por la aglomeración de personas y la informalidad existente.
Después de descansar y recrear la vista, salimos a las afueras de la ciudad y
enrumbamos hacia Yunguyo boliviano y peruano después. La salida es por una
cuesta suave que nos iba sacando del mundanal ruido de Copacabana de fiesta. En
más o menos una media hora y por una buena pista llegamos a Yunguyo boliche
pero que tiene otro nombre y qué creen? otra vez la interminable cola para
devolver el boleto verde que nos dieron en Desaguadero. La ineficiencia de los
policías bolivianos salía a flote: había un solo policía que realizaba el
trámite para muchas personas. Finalmente logramos pasar y dirigirnos a Yunguyo
peruano. Aquí la cosa era un chiste porque no había cola y el policía nos
atendió rapidísimo. Nos felicitó por la travesía y chau.
Como
nos quedaban alguno Bolivianos, los cambiamos pero al pierde porque en el lado
boliviano nos querían dar a 2.40 por Sol, mientras que en el lado peruano (más
sapos) nos dieron a 2.30 Bolivianos por Sol. Seguimos hasta el pueblo mismo y
nos embarcamos en una combi. Serían ya las 5 p.m.
El
viaje fue ya un tanto cansado por todo el trajín que tuvimos y así llegamos a
Puno.
Nos
instalamos en un hotel los dos Walter, ya que Vlady se fue a otro telo en el
cual lo esperaba su ñori.
Salimos
a comer un cuarto de pollo con todos sus recutecos lo que nos dejó,
prácticamente para reventar. Nos reencontramos con Vlady, dimos un paseo y unos
cubas libres en un café acogedor. Como somos sanos, chau y a dormir.
El
problema fue para regresar al hotel. Sólo teníamos una referencia del el: en la
esquina había una comisaría y en la otra un templo de Testigos de Jehová. En
los alrededores estaba el terminal zonal de combis. Creen que podíamos ubicar
el hotel? Ni siquiera sabíamos la dirección ni el nombre. Dimos como cincuenta
vueltas al lugar, preguntábamos y nos daban derroteros, pero parece que lo
hacían solo por salir del paso. Hasta que un basurero (que ya estaba trabajando
pues eran la una o dos de la madrugada) nos dio el camino y así es como
llegamos al hotel. Pero todavía no terminaba nuestra odisea: no había letrero
del hotel, no había luces siquiera ni nada que se le pareciera. Casi, me animo
a tocar una de las casas para preguntar, cuando Wapoca descubre el nombre del
hotel pero en la azotea del edificio. Con esa seguridad tocamos y tocamos el
timbre hasta que nos abrieron. Caímos rendidos por el sueño y el cansancio de
la búsqueda. Hasta mañana.
Al
día siguiente salimos temprano hacia el muelle y a observar la tranquilidad del
lago, las ajoyas, los patos y los botes que están encerrados por la
"lenteja" que esta contaminando las aguas. Compramos el pasaje para
Arequipa (20 soles) y nos dirigimos a desayunar. Un caldo de cabeza en el
mercado y de allí, hacia el mirador del cóndor. Llegamos y de ahí se tiene una
vista panorámica de Puno. Hay un cóndor de lata gigantesco en el cual se puede
subir hasta casi su pecho.
Regresamos
al muelle 1 y 2 y después de descansar, siendo ya la casi hora de partir, nos
dirigimos al terminal y nos embarcamos.
El
regreso a Arequipa fue tranquilo y sin tropiezos. Arribamos a la ciudad a las 6
pm. Y aza aza calabaza, cada uno a su casa.
Llegué
a mi casa agradeciendo a Dios por sus cuidados y por haber tenido la
oportunidad de llegar tan lejos, junto a amigos a quienes les gusta el deporte
de aventura y apenado por lo que no pudieron acompañarnos en esta travesía. Se
acabó el cuento. Chau.